En mayo también ha habido tiempo para reseñas breves, aunque no lo parezca…
Los suizos Gotthard presentaron su nuevo álbum, «#13» (Nuclear Blast). Un muy buen disco de hard rock, repleto de buenos riffs y melodías y un gran vocalista. Es cierto que no inventan nada y que tiran de clichés del género, pero no es menos cierto que saben componer grandes temas y que tocan de lujo. Una gozada.
Otro retorno que nos deja 2020 es el de Psychotic Waltz. Disueltos en 1997, volvieron a los escenarios en 2010, pero sin publicar nada hasta este «The God-Shaped Void» (Inside Out). Siguen como el primer día, apostando por un heavy metal clásico con aires progresivos. Ha resultado ser un muy buen disco, variado y entretenido. Ojalá no pasen otros 23 años hasta el siguiente…
Una de las primeras bandas que nos rompió el corazón abandonando el metal fueron Pyogenesis, pasando de un death/doom metal a una especie de punk-rock infumable. Con este «A Silent Soul Screams Loud» (AFM Records) han dado otra vuelta de tuerca a su estilo y se han convertido son los hermanos pequeños de Volbeat, metiendo algún ramalazo deathmetalero. A mí es un estilo que me cansa a los 10 minutos, pero hay que reconocer que hay algún buen riffs y algunas melodías pegadizas.
Las italianas Wicked Asylum presentan su debut «Out of the Mist» (Volcano Records). Proponen un estilo personal consistente en un heavy metal clásico con fuertes aires modernetes y algún estribillo con aire Evanescence. Si bien al principio resulta fresco y potente, la novedad pasa rápido y se acaba haciendo un poco tedioso. Pero tienen algo que últimamente se echa en falta, personalidad propia.
El proyecto Flight Night Orchestra, en el que Sharlee D’Angelo (Arch Enemy) y Bjorn Strid (Soilwork) dejan volar su lado hard rockero llega a su quinto álbum, Aeromantic (Nuclear Blast). Puro rock setentero con aire disco. Brutal y pegadizo, uno de los discos más chulos que he escuchado últimamente.
Body Count – Carnivore No es ningún secreto que al rapero Ice T le encanta el metal, y prueba de ello es su grupo Body Count, con el que lleva desde 1990 dando guerra (y con unas cuantas polémicas a sus espaldas). Su último disco, Carnivore (Century Media) es un buen trabajo de rap metal (ya le hubiera gustado a Limp Bizkit acercarse a esto), No está nada mal, suena potente y contundente, aunque a mí no termina de encajarme.