Por cuestiones de edad yo no llegué a conocer a Chris Barnes en Cannibal Corpse. Y es que justo cuando yo estaba descubriendo el mundo del metal extremo se produjo su salida/expulsión de la banda. El primer disco que tuve de Cannibal Corpse fue el Vile y tardé tiempo en conseguir escuchar una grabación de ellos con Barnes.
Dicho esto, a Chris Barnes no le faltó tiempo para dedicarse en cuerpo y alma a lo que entonces era su proyecto paralelo, estos Six Feet Under que había montado con el guitarrista de Obituary Allen West (famoso después por tomarse Breaking Bad demasiado en serio). De ser un proyecto se convirtieron en una banda a tiempo completo en la que el único miembro permanente es Chris Barnes, habiendo pasado por ella gente de todo pelaje como Terry Butler (Obituary, Death), Matt DeVries (Chimaira, Fear Factory) u Ola Englund (Feared).
Este Nightmares of the Decomposed es el decimoséptimo (si no me equivoco) álbum completo de la banda. Producido por Chris Carroll, colaborador desde hace largo tiempo de la banda, el disco goza de un sonido limpio y pulido en el que todos los instrumentos destacan y se escuchan perfectamente. Falta, eso sí, agresividad en el tono de las guitarras, que están lejos del sonido afilado propio del death metal.
Musicalmente tampoco es nada del otro mundo. Es un death metal que alterna temas pesados, muy pesados y lentos con otros más dinámicos y rápidos, (Amputated, Without Your Life), pero son minoría. Hay algún buen riff por ahí suelto (The Rotting), pero los temas apenas enganchan, basándose en riffs repetitivos a medio tiempo (Migraine). Además, la voz de Chris Barnes ha envejecido fatal, apenas queda rastro de aquel vozarrón que aterró al mundo en Hammer Smashed Face (es que en Zodiac da la sensación de ahogarse, pero no como parte del tema, sino porque no le da). Además introduce un tono gorrinillo que no aporta mucho, más que preguntarse por qué.
Hacía mucho que no escuchaba nada de Six Feet Under, y dudo que con discos como este vuelva a prestar mucha atención a la banda. Repetitivo, poco inspirado y ahora encima sin el aliciente de la voz brutal de Chris Barnes, pocos argumentos se me ocurren para pasar otros 40 minutos con este disco.