Todavía me acuerdo de ver en el canal alemán VIVA la promo del A Crimson Cosmos, y de los anuncios que Black Mark, su discográfica de por aquel entonces, ponía en la Metal Hammer. Hablo de la segunda mitad de los 90, cuando el gothic y el doom metal estaban en plena eclosión y Lake of Tears parecían ser uno de los nombres a tener en cuenta en el futuro de la escena.
Sin embargo, perdieron su momento, en parte por la poca atención que le prestaba su sello, para acabar disolviéndose y publicar The Neonai en 2002 para liquidar el contrato con Black Mark. A pesar de ello, pronto se reunieron para volver a girar y grabar. Este retorno se prolongó hasta la publicación de Illwill en 2011, tras lo que de nuevo se produjo un silencio de 9 años, sólo interrumpido por la publicación del directo By the Black Sea en 2014.
Tras varios años soltando retazos de información a través de Facebook, en 2020 el vocalista y guitarrista Daniel Brennare anunció el nuevo disco de Lake of Tears, Ominous, ya convirtienda la banda en un proyecto personal en el que asume voces, guitarras y teclados, además de la producción. Para la grabación se ha hecho acompañar de Vesa Kenttäkumpu al bajo y las guitarras y Christian Silver a la batería, quien también ha asumido las tareas de mezcla y masterización junto con Manne Engström.
Musicalmente poco queda del doom metal de sus inicios. Lake of Tears hace mucho que se inclinaron por sonidos más góticos y oscuros (darse una vuelta por el Facebook de Daniel Brennare es una invitación a la depresión), aderezados con un poquito de electrónica y una voz limpia, grave y oscura. Del cóctel de metal gótico, rock progresivo y unos Depeche Mode en su fase oscura sale un disco de tempo animado, melodías oscuras y sonido opresivo en el que se funden guitarras y teclados.
Merece la pena destacar los iniciales At the Destination (con un riff muy pegadizo) y el lento y majestuoso In Wait and Worries, una buena pista de por dónde van los tiros en el álbum. Pero también merece la pena destacar los movidos Ominous One y The End of This World (con otro riff muy pegadizo) o el hímnico One Without Dreams.
Este álbum es el fin de un viaje de muchos años y quién sabe, por las enigmáticas declaraciones de Daniel Brennare, si no es el final definitivo de Lake of Tears. Pero si así fuera, este disco de oscuro rock/metal progresivo es un gran epitafio a su carrera.