Los bizkainos Blackhearth publican su segundo álbum, The Wrath of God (Autoeditado), álbum de power metal progresivo con ramalazos hard rockeros que funciona espléndidamente, a pesar de lo alocada que pueda sonar su propuesta. Han conseguido mantener ese puntito personal que supieron imprimir a los temas de su primer disco, rebajando el componente hard rock y centrándose en un heavy metal potente y pesado, donde priman los ritmos dinámicos sobre los puramente rápidos. Siguen haciendo gala, además, de la capacidad de escribir buenos riffs y melodías y gozan de la presencia invitada del gran Ripper Owens en el tema título. Un disco de buen metal melódico que funciona muy bien gracias a la habilidad compositiva y a la buena producción a cargo de Pedro Monge de Vhäldemar.
Alemania es la cuna del power metal por derecho propio, gracias a la multitud de bandas crecidas a la sombra de los pioneros Helloween. Eternity’s End es, posiblemente, una de las mejores bandas actuales del género y lo demuestran con este Embers of War (Prosthetic Records). Al power metal al más puro estilo Helloween (gracias al cantante, que suena más a Kiske que el propio Kiske) unen un marcado lado virtuoso y progresivo, gracias a que en sus filas militan Christian Muenzner (Obscura), Hannes Grossmann (Alkaloid) y Linus Klausnitzer (Alkaloid), gente que ha demostrado una habilidad musical y compositiva de otro planeta en el death metal progresivo. Con este disco demuestran que sus habilidades funcionan también en el power metal. Recomendado.
Uno de los grupos que más renombre han ido ganando en los últimos tiempos son los escoceses Venom Prison, que presentan Erebos (Century Media). El salto a una gran discográfica nos trae un álbum en el que se aprecia que han hecho más accesible su sonido, no de forma notoria, pero las pistas están ahí: estribillos melódicos con voz limpia, más partes atmosféricas… Siguen manteniendo el listón en cuanto a fuerza e intensidad, pero este intento por ampliar el sonido no termina de cuajar del todo, ya que en algunos casos suena forzado y como si no terminaran de encajar bien las piezas. No es un mal disco, pero da la sensación de perder frescura frente a discos anteriores.
Los franceses Celeste dan el salto a una gran discográfica para lanzar su sexto trabajo, Assassine(s) (Nuclear Blast). Se sitúan en esos pantanosos terrenos entre el post-metal, el black metal y algún ramalazo más hardcore. Temas atmosféricos, en los que las guitarras construyen un denso muro de sonido y la batería va variando el tempo mientras los riffs permanecen impenetrables. En una primera escucha suena bastante bien, pero en sucesivas reproducciones van perdiendo fuerza e interés y acaba haciéndose un tanto monótona. No está mal, pero la escena francesa nos ha dado mejores bandas en este género, sólo hay que darle un vistazo al catálogo de LADLO Productions para percatarse de ello.
Otro retorno a la actividad ha sido el de los americanos Vio-Lence, veteranos de la segunda ola del thrash metal californiano y en cuyas filas militaron, entre otros, Robb Flynn y Phil Demmel antes de encontrarse en Machine Head. Con una trayectoria guadianesca (se han reunido y separado ni sé las veces), tan solo el guitarrista Phil Demmel y el batería Perry Strickland se mantienen de la formación inicial aunque el vocalista Sean Killian lleva desde 1986 en la banda. Para este Let the World Burn (Metal Blade) se han acompañado del bajista Christian Olde Wolbers (Fear Factory) y el guitarrista Bobby Gustafsson, toda vez que Demmel y Flynn acabaron a tortas en Machine Head. Vio-Lence no traen nada nuevo, siguen anclados en su thrash metal propio de los años 80 solo que con una puesta al día gracias a la producción. No está mal, es una apuesta segura, pero la originalidad brilla totalmente por su ausencia.