Tres años. Casi tres años sin pisar una sala de conciertos. Qué lejos queda en la memoria aquel 20 de diciembre donde vimos a Blackhearth y a In Thousand Lakes, en lo que sin saberlo sería su último concierto. La pandemia y los devastadores efectos que trajo en forma de cierres perimetrales, aforos limitados y todo lo que ya conocemos de sobra me había tenido lejos de una sala.
De hecho, este era el segundo intento por ver a Dvne. El primero, en 2021, se canceló por un cierre perimetral. Yo ya me había hecho a la idea de que me iba a quedar sin verlos, pero gracias a esta especie de minifestival en sala, hemos podido resarcirnos.
El festival, estas Lunacy Sessions, se dividía en dos días, viernes y sábado. Desgraciadamente, obligaciones laborales me impidieron acudir a la cita del viernes, donde tocaban Bones of Minerva, banda cuyo primer trabajo me gustó bastante y que tengo ganas de ver en directo. A ver si la siguiente…

Pero bueno, a lo que íbamos. La lluvia que cayó el sábado no nos iba a impedir acudir a la sala Groove de Portugalete a nuestra cita con Dvne. Llegamos a la sala y, tras la oportuna espera, saltaron al escenario Crownledge, banda portugaluja que debutaba en directo y de la que apenas he encontrado información. Tienen publicado un álbum de puro drone/ambient, Ashes of the Black Easter, en el que apenas hay guitarras o baterías, sino que todo es a base de sintetizadores. Sin embargo, en directo sacaron una vena rockera que no aparece en el álbum, aunque su propuesta seguía siendo la más experimental y radicalmente diferente de la noche, algo así como The Doors con aún más ácido. A mí hubo momentos que me gustaron, aunque se nota que todavía tienen que engrasar la maquinaria.
Luego llegó el turno de Messa, banda italiana de doom metal que también tiene un fuerte componente experimental en su música, aunque partiendo de una base más «común». Su vocalista Sara tiene una voz preciosa, capaz de sonar fuerte y potente como suave y misteriosa, pero el resto de la banda no se queda atrás: la base rítmica es solvente y potente y el guitarrista Alberto, vestido como si hubiera salido de una banda hippie, demostró ser capaz de soltar riffs potentes y abrasivos como delicadas melodías y solos complejos. Es cierto que dejaron fuera del set los temas más jazzeros y experimentales de su último trabajo, Close, pero me encantaron.

Por fin llegaba el plato fuerte, era la hora de Dvne. Con una sobria puesta en escena, no dejaron títere con cabeza. Su inclasificable mezcla de doom, progresivo y post-metal funciona en disco, pero que en directo es todavía mejor. Empezando por el batería, una máquina de ritmos que parecía tener cuatro brazos y que golpeaba los tambores una potencia desmedida, pasando por el eficaz trabajo del bajista, continuamente vigilando al público desde el centro del escenario. Le flanqueaban los dos guitarristas/vocalistas, que se repartían las voces limpias y las agresivas mientras nos iban lanzando poderosos riffs uno detrás de otro, que eran coronados por el oscuro pero efectivo trabajo de los teclados.

Apenas se anduvieron con presentaciones o charlas entre los temas. Fueron desgranando su set sin prisa pero sin pausa, dejando que su música fuera la que hablara por ellos. El resultado fue un concierto espectacular, que nos dejó completamente satisfechos pero a la vez con ganas de repetir.
Fue sin duda una gran noche de metal, en la que las bandas veteranas dejaron claro que saben lo que hacen mientras que los noveles apuntaron buenas formas. La noche fue transcurriendo in crescendo hasta que llegó el remate final que pusieron los escoceses. No pudimos tener mejor reencuentro con los conciertos en sala, desde luego.