La verdad es que dos hostias es lo que nos gustaría darle a 2020, un año que sin duda va a pasar a la historia por la tremenda crisis que se desencadenó y de la que todavía no tenemos muy claro cuándo saldremos. Por el camino hemos visto cómo nuestros planes quedaban dinamitados allá por marzo, limitándonos a salir adelante y demostrando, una vez más, que el ser humano es un superviviente por naturaleza.
El mundo de la música no ha sido en absoluto ajeno a todo esto. Esperábamos como agua de mayo la gira de Sons of Apollo y la semana antes vimos cómo se cancelaba por miedo al COVID. Pensábamos que Portnoy era un exagerado y nos tiramos tres meses encerrados en casa. Las giras y festivales han desaparecido del mapa, haciendo más dura aún la vida de los músicos, pipas y técnicos de las salas (qué demonios, y de las propias salas), luchando por sobrevivir en un mundillo en el que los directos son su mayor fuente de ingresos.
A pesar de este oscuro panorama, ha habido música. Muchísima. Creo, sin miedo a equivocarme mucho, que no escuchaba tanta música nueva en un año desde la ya lejana adolescencia. Grupos parados han retomado su actividad, otros han aprovechado para desempolvar viejas rarezas y hemos asistido al nacimiento del concierto por streaming, con dispares resultados.
Aquí van los discos que merece la pena destacar, en mi opinión, en este 2020: Sons of Apollo demostraron en MMXX que el metal progresivo goza de excelente salud; Unbounded Terror retornaron por todo lo alto con un buen disco de death metal como Faith in Chaos; la mezcla de black metal y ambient de Elffor alumbró el gran Unholy Throne of Doom, mientras que Naglfar y Mörk Gryning demostraron en Cerecloth y Hinsides Vrede que el black metal sueco sigue vigente; King Witch recuperaron en Body of Light el mejor sonido de los Black Sabbath de los 70, mientras que Crépuscule d’Hiver fueron capaces de mostrar en Par-Dèla Noireglaces Et Brumes Sinistres que en el black metal no está todo dicho; Ayreon siguen creando bonitas óperas-rock como Transitus, y Enslaved dieron otra vuelta de tuerca más a su sonido con el genial Utgard; Vhäldemar dejaron alto el pabellón del heavy metal clásico con Straight to Hell, y Dormanth vinieron a cerrar el año con un buen trabajo de death metal melódico y cañero como es Complete Downfall.
En cuanto a las decepciones, Testament y su Titans of Creation, en el que para mí han terminado de agotar la fórmula de los últimos álbumes; AC/DC y su PWR/UP, disco sosainas que palidece brutalmente frente a su catálogo anterior; el Ballistic, Sadistic de Annihilator se me hizo bastante bola; y los nuevos singles de Machine Head no invitan al optimismo después de que el amigo Flynn se quedara solo.
Seguro que me dejo algo en el tintero, y que muchos no coincidís con mi criterio. Una pena no poder discutirlo con una cerveza en un concierto, pero ánimo que pronto estaremos ahí.