En este 2020 ha pasado demasiado desapercibido que allá por febrero el debut de Black Sabbath, el primer disco enteramente de heavy metal publicado en la historia, cumplió 50 años. Este año han pasado demasiadas cosas y el voraz día a día, junto con el hecho de que Black Sabbath haya dado por finalizada su trayectoria, han hecho que la onomástica no se haya celebrado como merece.
King Witch son los discípulos más aventajados de Black Sabbath que me encontrado desde que a Cathedral se les fuera la pinza allá por mediados de los 90. Formados en 2015 y siendo este Body of Light su segundo álbum, pocos homenajes mejores vamos a encontrar. Su sonido bebe directamente del sonido de las leyendas inglesas, con la evidente puesta al día que supone grabar 50 años después, sobre todo en lo tecnológico.
El disco suena genial. Un sonido cálido sin perder el punto «heavy metal», alternando riffs luminosos con otros más oscuros y pesados, siendo el culmen los solos de guitarra, todo un despliegue del guitarrista Jamie Gilchrist en un trabajo que quita el hipo. Todo ello coronado por la impresionante voz de Laura Donnelly, capaz de sonar limpia o cruda casi de una palabra a otra.
No les da miedo atreverse con temas largos, superando varios de ellos la barrera de los 10 minutos. Da igual que se trate de temas cortos o largos, hay buenos estribillos como el de Body of Light o Call the Hunter, junto con auténticos temazos como el atmosférico Of Rock and Stone, que con un impresionante solo se va animando a medida que avanza, Return to Dust, que comienza con aires de oscura balada para ir ganando en intensidad, con un gran despliegue vocal en el épico final, o Witches Mark, fulgurante y con buenos riffs.
Recuperando esa senda de rock/heavy oscuro que en los 70 dio nacimiento al metal, este es un trabajo sobresaliente, uno de los mejores discos del año. No hay un solo tema flojo o de relleno, mereciendo la pena cada segundo del mismo.